La Lupa: Corsarios de Levante
por Ron Peter
AupaZaragoza.com
Cuando los turcos asaltaron al atardecer del último día, allá en el cabo negro, frente a las bocas de Escanderlu en las costas de Anatolia, ya los españoles habían decidido no rendirse. Muchas habían sido las bajas y no menos los heridos. -Tenemos muerta a la mitad de la gente- dice el General Pimentel como argumento para una rendición acomodaticia tan solo para un noble como él. –Pues venguémosla con la otra mitad- replica el Capitán Alatriste, con la aprobación del resto de oficiales y soldados presentes en la Caridad negra. Y ahí que fue, la última batalla, la que cierra la novela “Corsarios de Levante”, de Arturo Pérez Reverte, a cuya lectura invito y de cuyo desenlace evito más comentar, con el permiso de vuesas mercedes, que a buen seguro tendrán como dicha el descubrirlo por si mismas.
Siempre hay un último día para una batalla. Siempre hay una última batalla para una guerra. Los tambores suenan lejanos anunciando que ese día ha llegado. Larga, muy larga se ha hecho la temporada, y ni un atisbo de paz ni de sosiego, siempre cuesta arriba, luchando contra el descrédito y contra la impotencia. Sufriendo duros reveses, y contando como escasos los triunfos que aún llegando de tarde en tarde, lo hicieron justo para que tal día como hoy, vísperas de agitación y tiempos revueltos, podamos decir que seguimos vivos y con esperanza, preparados, a la espera, como soldados acuartelados, con la mirada perdida en el horizonte infinito y violeta del amanecer mediterráneo, allí donde la lucha acaecerá.
Vienen de vencer al Español de Barcelona, lo que alivia algo la desdicha de haber arrojado por la borda los puntos frente a Osasuna y Real Sociedad. En este último partido del año en La Romareda, no cabía otra solución. El equipo salió volcado desde el principio, avasallando más que dominando, nerviosos más que concentrados, con voluntad y sin precisión pero al fin con efectividad. La noche se partió entre otros campos de España y los números hablaron. Al final, el Real Zaragoza queda de nuevo con la posibilidad de buscarse su propio destino. De hecho, como todos sus rivales. Con este triunfo se consigue implicar hasta a cinco equipos más en la última jornada, prolongando la tensión y el divertimento entre los aficionados al suspense o al terror.
Y yo, que no soy nadie y que soy cualquiera, que soy uno o que somos todos, estaré con ellos. Yo, que he visto naves en llamas más allá de Orion, que he vivido recuerdos que se perderán como lágrimas en la lluvia, estaré con ellos. Yo, que he visto como nace el zaragocismo en el llanto de rabia de un niño, iré allí para acallar esas visiones con mis gritos iracundos y tribales. Yo, que he estado en las finales por conseguir el cielo, estaré en las finales por conseguir la tierra. Yo, que he alzado la mirada y he visto a mis capitanes levantar copas, bajaré al suelo a arañar el barro gritando de alegría por conseguir la permanencia.
Cuando llegue la hora, sacaré mi vieja bandera y me reuniré con mis gentes, con la vieja guardia, y con los más jóvenes, con aquellos que se encomienden a dios y aquellos que al diablo. Todos en el ejército de Levante. Estaremos con el equipo, como siempre lo hicimos.